Fate
Hace miles y miles de años, cuando la humanidad solo era una predicción, una rosa floreció en medio del océano. Allí, sola, observó como las olas se hacían más pequeñas cuando pasan cerca. Miraba las algas bajo sus pies cabizbaja, pensando en su existencia alejada de la vida. Pero, la cuestión no era estar sola en medio de la multitud de semejantes diferentes, sino sobrevivir a sí misma. El pensamiento de soledad, los sistemas que se habían creado de vivir bajo el mar y sobre él, de morir y dejar los restos vacíos de sentimiento sobre el agua. Lo peor de todo aquello no eran los demás, sino ella misma. Aquella rosa jamás consiguió ver lo que tenía. Aquella rosa blanca fue el comienzo de la vida en la superficie. Tuvo que vivir sola mucho tiempo, pero gracias a ella, miles y miles de rosas sobrevivieron. Ella les dio fuerzas, se convirtió en una estrella, en un ídolo al que adorar, porque tuvo el valor -aunque nunca llegó a pensar en positivo sobre todo aquello- de quedarse allí, sola.