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Te pierdes en la tierra que conoces. Olvidas tu objetivo. Tu meta. Tu salida. Y aunque corras, aunque huyas, la puerta por la que debes pasar ya no existe. 

Y entonces cierras los ojos y te dejas caer eternamente por cada rincón oscuro de tu interior. Te dejas llevar por las voces que escuchas cada día, que te atormentan. 

Escribes palabras sin sentido, esperando a que entre ellas se entremezclen y te digan algo. Pero aún así dejas pasar las horas, las semanas y los años sin que una minúscula mota de polvo se introduzca en tu imperfecto esquema. Dejas de buscar entre tus pensamientos y desciendes de nuevo, sin rumbo, sin una velocidad predeterminada. 

Vuelas entre un mar de palabras. Tus pies desnudos comienzan a sangrar al caminar entre tildes y mayúsculas. Y tus lágrimas caen por tu rostro impenetrable. Caes. Y tus manos se claves en los puntos de la i y comienzan a sangrar, pero de una forma distinta. De tus heridas emana un líquido oscuro que no huele a óxido. Te levantas y lo compres: es tinta. Estás hecha de tinta. Estás creadas por palabras pronunciadas y escritas. Estás hecha de tinta. Y sonríes, pero sigues llorando, porque no eres más que un simple montón de palabras que un día una persona, o demasiadas personas, pronunciaron para crearte. Porque en realidad no tienes el pelo dorado ni los ojos castaños, ni tu piel es pálida como un copo de nieve. Porque en realidad tu sonrisa no existe y tu voz dulce es solo un sueño. No eres. No eres quien quieres ser, eres la persona que alguien quiso que fueras. No existes. No eres. No piensas. Solo ves lo que quieren que veas. Haces lo que quieren que hagas. 

Las letras se comienzan a clavar en tus pies. La tinta fluye por tus pies y tus manos y sigues comprendiendo. Entiendes que eres efecto de la imaginación de alguien, de algunas personas, y que no existes realmente. Te dejas caer entre las palabras por las que caminas. Caes entre verbos y adjetivos. Te deslizas entre palabras que no compres y sustantivos equivocados. Y cierras los ojos para olvidar el dolor que producen las rozaduras en tu ficticia piel. Abrazas tu falso cuerpo mientras sigues cayendo entre párrafos y llegas al final de la página. Un lugar en blanco. Sagrado para quienes mantienen impolutos los libros. Te levantas y con cada paso lo manchas de tinta. Borras el número de página y echas la vista hacia arriba. Las palabras son tan grandes que te atemorizan. Pero... tú estás hecha de palabras. Eres miles de palabras, y una sola palabra no debe darte miedo. Tú eres más que todas ellas, no puedes contarlas, pero seguro que eres un libro completo. Puede que tus historias no sean ciertas y que el color de tu piel no sea cierto, pero eres por alguien. Y eres tinta. Eres algo al fin y al cabo. Eres miles de palabras creadas por tinta. Y las palabras están compuestas por letras, y las letras forman palabras, frases y vida. Alcanzas una palabra
, y alteras su orden. Ahora la palabra es otra, has cambiado su significado. La vuelves a dejar en su sitio y te sientas en el espacio en blanco. La tinta sigue fluyendo junto a ti. Juegas con ella con el dedo, y la esparces más allá de tu sombra. Escribes tu nombre, y separas las letras. Tiras una, coges la última y la pones la primera. Alteras un par más y ya está. Ahora todas aquellas personas que te conocían sabrán que te deben llamar de otra manera. Y sigues cambiando tu historia. Cambias tu color de ojos y tu pelo. Cambias a placer propio. Ahora eres tú quien te escribes, quien te cuentas. Eres tú tu propia creadora. Eres tinta. Pero por encima de todo, eres tú. Una persona creada a partir de tinta capaz de traspasar las páginas de un libro.


Vía Wallpaper.


"We are more than words".

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