Storm

Tras aquellas montañas no hay nada. No existe el miedo, ni la pena, no hay llantos, ni dolor. No hay nada. Pero tienes que ser valiente, tienes que agarrar todo el valor que puedas llevar sobre tus hombros y caminar noche y día, y puede, que así, consigas llegar hasta allí. Pero no tienes asegurado el éxito. Muchos se embarcaron en esta aventura. Muchos quisieron deshacerse de su dolor, pero jamás volvimos a saber de ellos. Nunca volvieron para contar lo que había tras las montañas. Nunca. Y nosotros vivimos con esa esperanza. Con la esperanza de que, algún día, tendremos el valor suficiente para poder emprender ese camino: a la nada. 

Esta creencia viene de tiempo atrás, cuando la abuela de mi abuela le contaba cuentos para que se durmiera en las noches de tormenta. En El Valle todo era bueno, pero cuando el cielo se pintaba de nubes, y las primeras gotas empezaban a caer, sabíamos que la noche iba a ser dura. 
  Los ganaderos guardaban sus animales en la granja. Los agricultores miraban el cielo con temor, porque las cosechas no podían resguardarse de lo que se aproximaba. Las madres y padres temían por sus hijos. Ya habían vivido aquello. Ya habían vivido el temor de las tormentas, cuando los niños más pequeños desaparecían, las ovejas amanecían muertas, y los cultivos tan destrozados que no tendríamos qué comer en meses. 
   Es por eso que mi abuela se sentaba al borde de mi cama a contarme historias asombrosas cada vez que esas tormentas nos visitaban. Hablaba de un Dios, del dios del trueno, que visitaba la Tierra para ver cómo estaban los terrestres, nosotros. Y cada vez que aparecía, esas tormentas le daban la bienvenida. Y él, junto a otros Dioses, aparecían en la Tierra para crear un lugar mejor, un lugar donde aquellas tormentas que devastaban pueblos enteros, no llegaran. Un lugar para los niños y para las niñas, para que pudieran jugar sin miedo, un lugar donde solo la bondad, el buen hacer, y las cosechas eran las protagonistas. 
   Y ahora soy yo quien le cuenta estas historias a mis nietas, a mis nietos. Infundándoles valor para recorrer el río y llegar al otro lado. Tras las montañas. Y si quieren quedarse allí y no volver, que no lo hagan, pero que se pongan a salvo. Porque, a pesar de lo que digan muchos de nuestros vecinos, las cosas dejaron de ser lo que fueron un día. Las tormentas son más constantes. Las muertes y desapariciones, inexplicables. Y el hambre y la pobreza se han vuelto tan cotidianas como el despertarse cada día. Por eso hay que buscar un lugar mejor. Por eso tenemos que marcharnos de El Valle. Ha dejado de ser un lugar seguro. Nadie está a salvo. 

Y tú, si has estado al otro lado, si has visto lo que hay más allá de las montañas, y puedes vivir, puedes comer de tu cosecha y no desaparece nadie tras las tormentas, no vuelvas a por nosotros. Quédate, vive. Que nosotros ya sobreviviremos. 


"No one survives here, you must go throught the mountains" 

Vía Wikipedia (Maroon Bells)

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