Un millón de historias

Luchas como una chica. Pensaban que era un insulto. Que me iba a molestar. Pero se equivocaban. Como siempre.  Desde que tenía seis años quería dejar atrás comentarios que querían herirme. Quería demostrar que nosotras podemos ser tan voraces como ellos. Que nacer hombre o nacer mujer no te limita ni te da una libertad eterna. Porque no dejamos de ser personas capaces de conseguir cualquier cosa. Quise alejarme de los vestidos y los corsés. Quise alejarme de los bailes de palacio y las invitaciones a eventos. Quise demostrarme que no hacía falta todo aquello para sentirse una mujer completa. Mi mano agarrando firmemente el arco, y con la otra la flecha para realizar un disparo perfecto. El cuchillo entre mis dedos, dibujando espirales en el aire hasta clavarse en la madera del establo. La espada, acero forjado cuidadosamente para blandirla contra los enemigos del reino. Seguro que a ella no le importaba que una mujer la tuviera entre sus manos si se utilizaba como debía.

I didn't lie. I had a mistake. Fueron sus últimas palabras. Esas últimas que se quedaron entre las cenizas. Que se adentraron en la espesura del bosque con la primera brisa de la mañana. Sus labios pronunciaron esas palabras antes de que desaparecieran para siempre, y solamente quedarán en la memoria de aquellos que tuvieron el placer de conocerle.  Predijo dicha y júbilo. Predijo el fin de la guerra y la bendición de todos los Dioses. Predijo que la felicidad recorrería cada uno de los reinos del mundo. Pero no lo interpretó bien.  El camino hasta llegar a ello era confuso. Lleno de niebla y misterio. Un camino mal trazado que costaba descifrar entre la oscuridad y las llamas de la noche.  El final estaba cerca. Pero según para qué ojos. Los sacrificios. Las ofrendas. No sirvieron de mucho para los aliados. No sirvieron de anda para miles de familias. Murieron demasiados ante sus ojos. Cada uno de los hombres que comió sobre su mano se fueron esfumando como