Un millón de historias

N o sabía lo peligroso que era pensar de ese modo hasta que sucedió. No podía parar. Lo hice sin querer. No me juzgues otra vez. No me mires. No me digas nada, porque eres igual que los demás. No quería seguir así, pero no me sentía bien conmigo misma. No. No me mires. Mejor que me dejes con mis problemas, con mis comeduras de cabeza. Prefiero superar mis cosas a mi manera. Sé que no te quedarás, pero si lo haces, deja que sea yo quien elimine de mi cabeza todo lo que no debería estar ahí. Pensaba que por un poco más no pasaría nada. Pensé que por una vez más no ocurriría nada de otro mundo. Pero siempre nos equivocamos, y demasiadas veces. Se convirtió en hábito. Dejé de comer. Dejé de querer. Dejé de mirarme al espejo. Dejé de pensar en mí. Pero una vez que dejé de hacer todas esas cosas, me olvidé de vivir. Olvidé que cuando vives también lo haces por los demás. Y sufren las personas que más te quieren. Pero lo olvidé. Olvidé lo que era pensar que cabía la posibilidad de que le i

Y pensé que alejándome de ti sería más feliz. Pensé que manteniéndote alejada de mí tú podrías ser más feliz. ¿Qué hice mal? Todo. No podía estar más equivocado. ¿Por qué pensé que alejándome de ti conseguiría olvidarte? Lo único que hago es pensar en ti cada poco. Pienso en tu mirada, en tu voz, en la manera en la que me mirabas mientras me hablabas; sigo pensando en la distancia que nos separaba estando tan cerca. ¿Por qué lo hice? Ahora no sé cómo volver a estar a tu lado. Pienso que tendrás a otro a quien amar, creo que incluso eres feliz, eso es lo que me animo a pensar. Quizás el tiempo te ha hecho recapacitar, quizás el tiempo ha hecho que uno de los dos se dé cuenta de que la vida continua sin estar juntos. Pero yo no puedo. Cada cosa, cada mínimo detalle de mi vida, me recuerda a ti, ¿cómo? No lo sé. No lo sé. Y me pregunto dónde estarás en este instante. ¿Seguirás llevando tus pantalones rasgados? ¿Seguirás sonriendo de esa manera que me hacía enloquecer? ¿Seguirás tenie

H ace un verano, tú y yo, bajo las estrellas, esperando que miles de luces despertaran a las estrellas. Nos fuimos a la otra parte del río, para poder contemplar aquel momento. Era una noche un poco fría, y tú tan solo llevabas un vestido floreado de verano. Me decías que no tenías frío, pero tus manos decían lo contrario. Te dejé mi chaqueta del traje. Recuerdo que a medio día te reíste de mí por llevar aquella chaqueta, pero ver que tenías parte de razón en ese momento me encantaba. Tu risa me da la vida, y sabes que es mi punto débil. Tan solo llevábamos unas semanas saliendo y para mí es como si hubiera sido toda la vida. Deseaba que todas las noches y todos los días se asemejaran a aquel. Tenía tantas ganas de susurrarte aquellas dos palabras que temía que te asustaran. Eran simples, pero escondían mucho detrás de cada letra. Seguías teniendo las manos heladas, no entendía cómo podías tenerlas así aún llevando mi chaqueta y habiendo pasado un rato, pero no podía soltártela. Nos s