Shoot

Siempre me han dicho que el infierno es un lugar donde van las personas malas, las encadenan al suelo y tienen que “vivir” rodeados de lava y fuego hasta el fin de los tiempos. Me llamo Nora Grishman y estoy viviendo en un completo infierno, pero no tiene nada que ver con lo explicado anteriormente. En mi infierno en vez de cadenas hay personas que me hacen la vida imposible, en vez de lava y fuego hay cuchillas y vómito. Ese es mi infierno, con todas las letras. 

Voy al instituto Beacon Hills y, sinceramente, pienso que se tendría que llamar Infierno Hills. Allí hacen que una persona se intente suicidar, los profesores solo apoyan a sus favoritos y esos “favoritos” son los que siempre me hacen bullying. Todos los días me persiguen por los pasillos hasta acorralarme en el vestuario o en el baño. Me llaman cosas como “gorda”, “fea”, “inútil”, entre otras palabras complicadas de escribir por el dolor que me produce recordarlas. 

Estoy harta de todo esto, no aguanto más, lo que venga después de esto seguro que es mejor. Sin embargo, no me veo capaz de hacerlo yo sola, y no me va a ayudar nadie, porque, seamos sinceros, ¿quién quiere matar a una adolescente anoréxica, con síntomas de bulimia, y con problemas mentales? Así que me tumbo en la cama a leer mi libro favorito, “50 manera de suicidarse”, y poco después, me quedo dormida. Me despierta un ruido que procede de la ventana y veo una silueta de una persona, no la reconozco al instante, pero sí observo que lleva un arma. Aquí es muy fácil tener una. Enciendo la luz y la reconozco al instante, es Marcie Millar, la chica que me tiró la comida en la cara, me rompió las apuntes de Biología, me puso la zancadilla en el “espectáculo” de Navidad, y me acusó de robarle su preciado hamster en segundo, cuando en realidad fue ella la que lo tiró por el retrete. De repente siento que un escalofrío recorre todo mi cuerpo.

— Te voy a quitar tu sufrimiento, Nora Grishman.

Acto seguido, dispara con la pistola apuntando a mi corazón. Cuando me toca la bala siento algo de dolor, pero pronto desaparece. 

— De nada. —Escucho decir a Marcie Millar mientras sale por donde ha entrado.

Lo último que recuerdo es la voz de mi madre gritando: “¡No te vayas! Cariño, ¡quédate conmigo!”. Y ahora ya no siento dolor. Por primera vez puedo decir que estoy bien, sin mentir. Esto es lo que siempre había soñado, pero me siento algo vacía, quizás sea por mi madre. Espera un momento, ¿qué es ese sonido? ¿Estoy en un hospital? ¿Pero no se supone que debo estar muerta?

Me despierto, tumbada llena de tubos que salen y entran de mi cuerpo, conectada a aparatos y líquidos que me han traído de vuelta. 
La bala no me dio en el corazón, sino que se desvió y me dio en el esternón.


¡Maldita Marcie Millar!


Una historia escrita con la colaboración de @_weirdcrazygirl
Vía Tumblr

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