Spy
Queríamos conocer los secretos de todos y guardarnos los nuestros bajo llave, hasta el día de nuestra muerte. Pero nos vieron. Supieron lo que hacíamos. Se dieron cuenta de que les espiábamos, que vivíamos a partir de ellos, que nos emborrachábamos de sus risas y sus dramas. Temían nuestras armas, nuestros micros escondidos entre sus muebles, y las cámaras de sus dormitorios. Y cada día, a las seis, nos sentábamos frente al televisor del sótano para ver qué es lo que hacían tras la cena, para verles en ropa interior en sus dormitorios y para ver a sus hijos salir por la ventana de su cuarto un viernes por la noche para ir a una fiesta de disfraces de la chica rica del instituto. Temían las conversaciones que habían tenido desde que nosotros llegamos allí, de todo lo que habían dicho, de las claves de las tarjetas de crédito y de la caja fuerte que guarda...