Spy





Queríamos conocer los secretos de todos y guardarnos los nuestros bajo llave, 
hasta el día de nuestra muerte. 
Pero nos vieron. 
Supieron lo que hacíamos. 
Se dieron cuenta de que les espiábamos, que vivíamos a partir de ellos, que nos emborrachábamos de sus risas y sus dramas. 
Temían nuestras  armas, nuestros micros escondidos entre sus muebles, y las cámaras de sus dormitorios. 
Y cada día, a las seis, 
nos sentábamos frente al televisor del sótano 
para ver qué es lo que hacían tras la cena, 
para verles en ropa interior en sus dormitorios y 
para ver a sus hijos salir por la ventana de su cuarto 
un viernes por la noche para ir a una fiesta de disfraces de la chica rica del instituto. 

Temían las conversaciones que habían tenido desde que nosotros llegamos allí, 
de todo lo que habían dicho, 
de las claves de las tarjetas de crédito y 
de la caja fuerte que guardaban tras un cuadro, 
en una pared falsa de su dormitorio. 
Cretinos. 
Nosotros no vivimos del dinero de otros. 
Nosotros no somos ladrones. 
Solo somos seres humanos que disfrutan de la vida de los demás, 
las insignificantes conversaciones sobre mascotas, 
facturas o enfados por fregar los platos. 
Y nos denunciaron a la policía por ello, 
por escuchar que tenían que llevar la perro al veterinario 
porque tenía pulgas y algo más, 
en ese momento desconecté, esa información me era indiferente, 
prefiero las conversaciones de la hija adolescente con sus amigas, 
de sus ligues y crushes, eso sí que es interesante. 
Pero huimos. 


Nadie nos conocía. 
Nos manteníamos ocultos, 
no nos dejábamos ver demasiado por el barrio, 
solo en las grande ciudades, o centros comerciales, 
evitando las cámaras de seguridad y 
encuentros multitudinarios que conllevaban medios de comunicación. 
Huimos hacia un nuevo objetivo,
una casa con más estilo.
No somos ladrones,
solo espiamos.
Vivimos a través de los demás.
Escuchamos para comer.
Vemos para dormir bajo un techo.

Siempre hemos estado viviendo así, 
no recuerdo vivir sin ver la televisión y ver al vecino con sus cereales.
No recuerdo ir a trabajar,
ni tampoco al instituto,
solo escuchar a los demás,
verles actuar en su cotidianidad, 
hacer el ridículo o hacer el amor.
Ser felices e infelices.
Eso es todo.


"We live their life like ours"

Vía Tumblr (1), Verdades de mentira (2).


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