Remember

¿Te acuerdas?


¿Te acuerdas de cuando todo era azul brillante? ¿De cuando las cosas ocurrían sin más y no pasaba nada?


¿Te acuerdas?


¿Te acuerdas del olor de las magdalenas recién salidas del horno?


No. No te acuerdas. Lo olvidas. Me olvidas. Como todo. 


Pero, insisto, ¿recuerdas el olor del otoño? Esas hojas secas y el castañeteo de mis dientes al anochecer. ¿Te acuerdas?


Recuérdalo. Por favor. 


Cada día, después del último, recuerdo los momentos perdidos. Esos momentos que nadie recuerda. Como cuando llegabas a casa después del día de trabajo, con tu pelo largo ocultando tu mirada, dejando las botas llenas de tierra en la entrada y las llaves en la mesa del comedor. Ese beso que sabía amargo por el dolor al sentarte junto a mí y mi taza de té. Y ese abrazo que nunca llegaba porque estabas demasiado cansado para hacer algo más que sentarte. Pero esa sonrisa al ver la mía. Al descubrirte el rostro. Y esos ojos brillantes al mirar los míos. Esa llamada que te irritaba al llegar, y esa carcajada al colgar. Después ese beso antes de ponernos a cocinar. Y el sonido del agua correr por tu cuerpo cuando estabas en la ducha. 


¿Lo recuerda? 


¿Te acuerdas cuando te subieron el sueldo y nos fuimos a celebrarlo a tu restaurante favorito? ¿Te acuerdas que pediste tarta de tres chocolates de postre? Ojalá lo recuerdes.


Yo recuerdo el primer momento. Del primero hasta el último. Cómo me llamaron loca cuando te vi y sentí cómo mi vida daba un vuelco. Tu sonrisa reaccionó a la mía. Y nos pasamos la noche hablando. A mitad de la conversación te recogiste el pelo en una coleta, y yo solo podía mirarte con cara de enamorada. ¿Te diste cuenta? Antes de despedirnos me pediste mi número. Supongo que de eso te acordarás. Espero. Yo te lo di, sabiendo que era probable que jamás volvería a verte. Pero esperaba equivocarme. Vaya si lo esperaba. Y lo hiciste. Me hablaste. Solo hablamos. Muchas conversaciones hasta hace poco. Algunas dolieron, pero no tanto como la última. No tanto como ese te quiero vacío de sentimiento de hace un mes. O ese beso hueco. O esa última comida sosa, sin decir nada. Pero esas últimas palabras son las que más dolieron: no quiero verte más. Por qué. Porque no recuerdo nada que desencadenara aquello. No tengo recuerdos que puedan haberte hecho daño. No recuerdo que lo que sintiéramos se viera perjudicado. No lo entiendo.


¿Me lo puedes explicar? Te pregunté. Pero no hubo respuesta. Cogiste tus cosas y te marchaste. Sin nada más. Sin miradas. Sin corazón. 


Ahora todo es gris.


Pero es negro cuando te veo sonreír con ella. Esa chica rubia que ahora te sonroja por la calle. Esa chica que hace latir tu corazón como yo solía hacerlo. Te miro y te reconozco. Porque sigues haciendo lo que hacías conmigo. Recogerte el pelo cuando la conversación se anima. Frotarte las manos antes de dar tu opinión. Tocarte la nariz antes de decirle que no tiene razón. Besarle en la mejilla antes de rozar sus labios. 


Sí. 



Ese color negro se disuelve en azul otra vez. En sentir que te has ido, pero eres feliz. Y si tú puedes serlo, ¿por qué yo no?


"Bright blue to black, in just one word".


Vía Pinterest.

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