Un millón de historias

Y muero. Escucho como nada hace ruido. Siento como nada me toca la piel. Suspiro en el silencio que provoca mi cuerpo al caer en la noche. Muero. Jamás pensé que dejar de vivir fuera tan sencillo. Nunca imaginé que la vida tendría sentir con mi muerte. Muerta. Y ahora respiro aire limpio. Me siento ligera, feliz, plena. Mis allegados me suplicaron que no lo hiciera. Pero debía hacerlo. Tenía que alcanzar mi objetivo, mi meta. Tenía que dejarme marchar. Había nacido para ello. Ahora mi corazón formaría parte de otra persona. Ahora otra persona, que sí merecía vivir, viviría. Y yo dejaría la vida. Volvería al lugar al que pertenezco. Volvería a vivir de manera diferente. Jamás me sentí persona. No soy un ángel. No soy un demonio. Tan solo entregué mi vida a otra vida. Me entregué a la muerte para salvar una vida. No me dejé morir. Simplemente, entendí que mi destino era morir, pero procurando que los demás vivieran la vida que tanto se merecen. "Live to die"

E s donde te encuentras, donde te escondes. No piensas, o crees que lo haces. Te da miedo, te aterra salir a la luz y mirar al cielo. No te escondas, no te escondas. ¿Es aquel el lugar donde te sientes más segura? No lo hagas, no vayas, quédate aquí, conmigo, a mi lado. Tampoco quiero huir, pero no me siento bien aquí. No te escondas, quédate conmigo. ¿De qué color ves la nada? Yo no la veo, pero sé que existe. Mi mente quiere borrarla, pero la siento de algún modo. La nada forma parte de mí. Es adonde voy cuando quiero encontrarme. Es adonde voy cuando me siento perdida. Es el lugar donde me siento más feliz y contenta del mundo. Pero ahí no hay nadie. Es nuestro mundo. Allí adonde voy cuando me siento triste, un lugar donde no encuentro a nadie. Llega un momento en el que me siento sola, y dejo de sentir paz y tranquilidad allí, entonces sé que es momento de volver. Aquellos que más me conocen saben adonde fui, los que no se quedan extrañados porque sienten algo cuando físicamente s

¿ U n día perfecto? Este. No recuerdo otro igual. Puede que hayan habido días importantes y que jamás olvidaré, pero estar frente a ti, vestida de blanco, mirando a unos ojos que me protegerán y rodeada por unos brazos que sé que nunca me dejarán caer... Eres mi perdición. Pido perdón al destino por enamorarme de ti de esta manera. Le agradezco al mismo tiempo de casi estamparme contra ti años atrás. Nos reímos de ello. Esa es la historia que le contaremos a nuestros hijos, les diremos que nunca se rindan en el amor, que puede estar en cualquier lugar. Puede que el suyo se esconda, puede que lo encuentren en la papelería, en un supermercado, tras el estante de las patatas fritas. En el lugar que menos te lo esperes ahí lo encontrarás. O quizás lo tenías y necesitabas un empujón para darte cuenta que era algo más que lo que era anteriormente. La vida nos muestra lo que debe ser de una manera complicada de ver. No sé qué sería de mí si aquel día no hubiera ido a devolver el zumo que sup

M ira. El color ha desaparecido. ¿Recuerdas cómo te hacía sentir el rojo? Y dime ¿te gustaba el color del cielo? Ya no recuerdo el calor de los colores. No sé si en realidad todo fue un sueño, pero siento que algo nos ligaba a ellos. Y ahora me siento perdida. Miro por la ventana cada día, imaginándome lo que recuerdo sin cerrar los ojos. Pero los colores no vuelven. Parpadeo, mil veces, pero no ocurre nada. Con nadie más puedo hablar de ello. Todos me hacen callar cuando hablo del amarillo. Todos miran hacia otro lado al recordar el brillo del vestido rosa de mi hermana. Y me siento deprimida todo el tiempo. El gris nos ha inundado. Las sombras forman parte del cuento. Mi interior grita de sufrimiento, lo intento ahogar, pero no logro acallarlo. Echo de menos ver colores. Mi vida es triste, sin emoción, sin nada. Lo he perdido todo, siento como si un agujero hubiera traspasado todo mi cuerpo, desde mi cabeza hasta los pies, y por eso han desaparecido. ¿Soy solo yo? ¿Les pasa algo a m