Laugh

Nos pasamos el día riendo y riendo. Soñamos. Amamos. Y lo mejor de todo es que estás siempre a mi lado. No podría pedir ningún deseo, porque ya no los necesito. De niña me imaginaba mi futuro. Pensaba en esas casas que rodean la montaña, cálidas, con porche, con un coche en el garaje, con chimenea, con un perro y una persona que nos trajera el periódico a la puerta de casa. Soñaba con mi felicidad a cada instante, cuando podía. Y ahora ya la tengo. No te dejo escapar porque eres eso que me hace ser feliz, lo que me hace sonreír y reír. Puede que a veces me llegues a enloquecer con tus pequeñas tonterías, pero si no las hicieras yo no sentiría lo que siento por ti cada día. Tu risa. Tu sonrisa. Me da la vida. Conquistaste mis sueños antes de conquistar mi corazón. Supiste hacerme sonreír antes de saber ni tan siquiera mi nombre. Te miré a los ojos y no pude no sentir algo, pero pasé de mis sentimientos, era demasiado joven, quería vivir la vida. No parabas de insistir, de querer salir conmigo a tomar algo, de invitarme. No parabas de mirarme mientras estábamos en aquel restaurante. Me empezabas a poner nerviosa. Estaba con mis amigas de viaje de fin de carrera, y pretendía salir con otros chicos, con personas desconocidas y no llegar a conocerlas del todo, desentenderme del mundo en poco tiempo. Pero me fue imposible. Aquella noche soñé contigo, con tu mirada clavada en mí. Al día siguiente fue el destino quien actuó. Mientras recorríamos la ciudad viendo sus hermosos monumentos me topé contigo en una heladería, y te acercaste a mí. Sonriendo. Esa sonrisa que habría devuelto el sol a mis días nublados. Me sentía como una niña tonta, y con una sensación extraña en mi estómago. No me dejaste pagar a mí el helado que me había comprado, lo hiciste tú. Y me pediste que por la tarde estuviera en un sitio determinado. Te pregunté por qué, pero tan solo me sonreíste y volviste a tu mesa. Hasta la tarde no podía parar de sonreír ni pensar en por qué querías verme allí. Estabas esperando en medio de la plaza, mirando por todas partes, para verme llegar. Me acerqué, te toqué el brazo y tu sonrisa me sorprendió de nuevo. Me pediste que no te dejara nunca, que sentía que era especial, que necesitaba a alguien que me dijera cada día lo hermosa y perfecta que era, que necesitaba a una persona que me dedicara tiempo, y necesitaba amar a alguien. No me conocía para nada, no sabía ni mi nombre y me estaba adivinando cada uno de mis pensamientos. Le hice caso sin querer: "Soy Ann", le dije ofreciéndole la mano. Me sonrió ampliamente, aunque a decir verdad, no había parado de sonreír en ningún momento. "Yo Mike". Desde aquel día nuestras manos quedaron unidas para siempre, al menos hasta este momento. Él es el dueño de cada sonrisa que pinta sobre mi cara. Yo soy dueña de sus sueños por cumplir y sus ganas de vivir. Somos la razón de existencia el uno del otro. Y no podría pedir nada más en la vida.

"Eye to eye, we face our fears"

Comentarios