Freedom


Tocar el cielo con la punta de mis dedos. Tantas veces soñé con alcanzarlo que me olvidé por completo de lo que es tener los brazos pegados al cuerpo. Esa sensación de libertad y superioridad ante la tierra que se construye en tu interior mientras caminas por tu propia senda. Es difícil no seguir a los demás, no verte involucrado en una idea concebida por una mayoría, sino seguir las tuyas propias. No cuento con muchos aliados, hay pocas personas que quieran tocar el Sol y vivir de la manera en la que yo vivo. Esas personas incondicionales que aunque no sepan qué te pasa están a tu lado apoyándote, que aunque no quieras hablar ellos te hacen hablar, esas personas que se encuentran pocas veces en la vida y te regalan una sonrisa que creíste perdida. Son ellas las que no te llamarán loco cuando les cuentes que has soñado con un dragón que vive a dos manzanas de aquí, o que el Sol está más bajo y probablemente mañana podáis al fin rozarlo. Vivo de mis sueños, sin ellos no podría pensar como lo hago. Vivo para los demás, sino no encontraría esa fuerza que me empuja a continuar. Pienso en el cielo, en todas esas personas que se fueron y ahora forman esas constelaciones que vemos cuando el Sol se esconde. Lo mejor de todo es disfrutar de lo que te hace feliz con otra persona, compartir momentos que pocos saben apreciar y sentir que no estás solo en ningún momento, que esa persona está esperando a estar contigo, a escucharte o a hablar. Los días soleados son los mejores, porque podemos pasar mucho más tiempo fuera pensando qué pasaría si llegara el día en el que pudiéramos tocar el cielo. Pienso en cómo serán las nubes a escasos centímetros, si las podré recoger, oler o comer. Pienso en cómo será el aire a miles de metros más arriba, si será más frío y tendré que llevarme abrigo. Pienso en cómo será sentirse entre las estrellas y poder ver la Tierra desde una perspectiva diferente. No dejo de pensar en lo diferente que sería mi vida si aquel día no hubiera decidido pasarme todo el patio del colegio con los brazos levantados y las palmas de las manos abiertas mirando al Sol. Quizás sería como los demás, sin personalidad, sin una amistad como la que ahora tengo, sin vida. Lo hice sin pensar, tan solo era un crío por aquel entonces. Cuando eres pequeño no piensas en lo que significan las cosas, ni te paras a pensar si un acto cambiará tu vida para siempre. Aquel día comencé la amistad más duradera que nadie puede tener, encontré a esa persona que esperas toda la vida, pero yo no lo tuve que hacer durante mucho tiempo, tan solo tuve que esperar treinta minutos en un soleado día de primavera en el recreo de mi colegio. Ella se acercó y sin decirme ni una sola palabra, alargó los brazos y nos quedamos mirando el cielo hasta que la campana anunció que teníamos que volver a clase. Pocos imitan sin explicaciones. Todos se reían mientras que ella me apoyó frente a todos los demás. Más poderosa que nuestra amistad parece no existir en la realidad. Sentirte libre cerca de otra persona es complicado, pero sin querer hice de lo complicado la cosa más sencilla del mundo.

"Share your moments and your weirdness with someone who doesn't matter what people say"

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